Una carta como otras
Es eso. Una carta, con destinaria. Con remitente. Con sentimiento. Con ganas. Con esperanza. De todo un poco. Real o no? Creo que ahora es lo de menos... espero y les guste.
He pensado tanto en las últimas conversaciones que creo que es justo que te diga qué es lo que pienso y siento exactamente. Pido perdón también por mi estúpida forma de insistir. Sé que te molesta, que te incomoda y no deseo que eso se convierta en una barrera para un vínculo similar a una amistad. De esa que tú quieres pero que me cuesta entender.
Sin darme cuenta, pasaste a ser como un veneno lento y pernicioso, como una enfermedad que se incuba de a poquito... ahora no me interesa conseguir el antídoto. Antes quizás si... cuando aún rondabas cerca de mis pensamientos sin animarte a poseerlos, como cuando te dije una vez que era algo que existía pero que yo no lo había visto. Mi ceguera me lo impidió notar. Sin embargo, ahora es tarde para desear tal antídoto.
Te necesito a diario; necesito saber que vives, que respiras, que aún estás presente. Lejos de ti me siento ausente, y por tal no me pidas que te deje, sería como matarme cruelmente. No me pidas que imagine mi realidad sin la tuya. Sé que esa lejanía es sólo de pareja, puesto que siempre estarás ahí, como para todos… Tal vez ese es el problema, no quiero ser parte de todos…
Son tantos instantes de felicidad espontánea y franca, tantos suspiros, tantas palabras y tantas risas, hablando de todo y yo buscando cualquier pretexto para estar juntos... insisto, sin darme cuenta del por qué. Y cuando finalmente pude comprender qué me pasaba, fue como una melodía de hadas y de duendes, una brisa de suspiros enamorados.
No me pidas que te olvide, no supliques que me aleje, ¿Cómo podría abandonarte después de tanto buscarte sin saber que en verdad existías? ¿Qué mal podrías hacerme? ¿No es un bálsamo todo esto? Recuerda, de tu pasado solo me importa tu futuro. Y de tus miedos pasados también sólo me importan las lecciones que de ellos aprendiste. Lo complicado sigue siendo lo maravilloso del encuentro y el secreto, la forma casi despreocupada en que se dieron los sucesos. No quiero hacerte mal, pero te quiero... y por más que pienso en los obstáculos que se ciernen sobre mi sueño contigo, no puedo dejar de percibir una sensación de libertad al final del túnel. Un túnel desproporcionadamente iluminado.
No te tortures, las cosas tenían que ser así, la culpa no es tuya o mía, no hay culpa en la mágica fusión de mi alma a la tuya; si yo venía de tanto tiempo buscándote, a través de los suspiros de vida y las exhalaciones de muerte.
Te extraño locamente, es inútil, no se puede luchar contra lo que siento. Te reitero una vez más, te quiero y te quiero N.
Disculpas nuevamente te pido por ser como soy. Por mi terquedad frente a tu posición, por mi obstinación al no querer perderte. Disculpas por mis presiones que pueden subyugar tu decisión de cariño diferente. Me cuesta imaginarme aquello… verte con otros ojos, besarte de otra forma, abrazarte fraternalmente, tratarte como amiga.
Soy un tonto, lo reconozco. Y no tonto por sentir lo que siento, sino tonto por no asumir tu clara posición de cambio en el trato.
Gracias por dejarme decirte por última vez, lo que mi corazón tantas veces ha querido decir y mi boca muy pocas veces ha podido transmitir.
He pensado tanto en las últimas conversaciones que creo que es justo que te diga qué es lo que pienso y siento exactamente. Pido perdón también por mi estúpida forma de insistir. Sé que te molesta, que te incomoda y no deseo que eso se convierta en una barrera para un vínculo similar a una amistad. De esa que tú quieres pero que me cuesta entender.
Sin darme cuenta, pasaste a ser como un veneno lento y pernicioso, como una enfermedad que se incuba de a poquito... ahora no me interesa conseguir el antídoto. Antes quizás si... cuando aún rondabas cerca de mis pensamientos sin animarte a poseerlos, como cuando te dije una vez que era algo que existía pero que yo no lo había visto. Mi ceguera me lo impidió notar. Sin embargo, ahora es tarde para desear tal antídoto.
Te necesito a diario; necesito saber que vives, que respiras, que aún estás presente. Lejos de ti me siento ausente, y por tal no me pidas que te deje, sería como matarme cruelmente. No me pidas que imagine mi realidad sin la tuya. Sé que esa lejanía es sólo de pareja, puesto que siempre estarás ahí, como para todos… Tal vez ese es el problema, no quiero ser parte de todos…
Son tantos instantes de felicidad espontánea y franca, tantos suspiros, tantas palabras y tantas risas, hablando de todo y yo buscando cualquier pretexto para estar juntos... insisto, sin darme cuenta del por qué. Y cuando finalmente pude comprender qué me pasaba, fue como una melodía de hadas y de duendes, una brisa de suspiros enamorados.
No me pidas que te olvide, no supliques que me aleje, ¿Cómo podría abandonarte después de tanto buscarte sin saber que en verdad existías? ¿Qué mal podrías hacerme? ¿No es un bálsamo todo esto? Recuerda, de tu pasado solo me importa tu futuro. Y de tus miedos pasados también sólo me importan las lecciones que de ellos aprendiste. Lo complicado sigue siendo lo maravilloso del encuentro y el secreto, la forma casi despreocupada en que se dieron los sucesos. No quiero hacerte mal, pero te quiero... y por más que pienso en los obstáculos que se ciernen sobre mi sueño contigo, no puedo dejar de percibir una sensación de libertad al final del túnel. Un túnel desproporcionadamente iluminado.
No te tortures, las cosas tenían que ser así, la culpa no es tuya o mía, no hay culpa en la mágica fusión de mi alma a la tuya; si yo venía de tanto tiempo buscándote, a través de los suspiros de vida y las exhalaciones de muerte.
Te extraño locamente, es inútil, no se puede luchar contra lo que siento. Te reitero una vez más, te quiero y te quiero N.
Disculpas nuevamente te pido por ser como soy. Por mi terquedad frente a tu posición, por mi obstinación al no querer perderte. Disculpas por mis presiones que pueden subyugar tu decisión de cariño diferente. Me cuesta imaginarme aquello… verte con otros ojos, besarte de otra forma, abrazarte fraternalmente, tratarte como amiga.
Soy un tonto, lo reconozco. Y no tonto por sentir lo que siento, sino tonto por no asumir tu clara posición de cambio en el trato.
Gracias por dejarme decirte por última vez, lo que mi corazón tantas veces ha querido decir y mi boca muy pocas veces ha podido transmitir.
