Navidad = ¿Nacimiento de Jesús?
Creo que esta vez me excedí en lo que respecta a mi poca capacidad social y afectiva de dar saludos. A pesar de que siempre la época navideña ha sido más que regalos o tarjetas, algo de afecto, y en ella puse mucho de aquello.
Recuerdo que el año pasado hasta una página web creé, enviándoles un respectivo link a todas las personas a las que consideraba que eran importantes. Era simple, pero linda... y por último, algo de esfuerzo había derrochado.
Este año, la navidad en sí, se presagiaba desde antes que sería diferente. Que en verdad y sería un momento de reflexión. Personal, familiar... no lo sé, reflexión al fin y al cabo. Aquel día sábado, me levanté con la sensación de vacío. Depresión por la fecha, dirían algunos, para mí no era más que una depresión provocada por el resto, por lo que veía, por lo que estaba viviendo.
El centro de la ciudad, como tantas veces atiborrada de gente ávida por encontrar el regalo perfecto. Ornamentaciones por todos lados, colores rojos y verdes... árboles navideños blancos... ¡¡¡Blancos!!!.. hombre.. nieve aquí no cae... invasión gringa también que en parte nos contagió esa bendita obsesión por los obsequios y el rápido olvido de la esencia, del "espíritu navideño" del cual todos hablan y se llenan la boca, pero que muy pocos practican.
Tenía mucha pena, de aquella que te tapa la garganta y te provoca un conato.. un vago intento de llanto.
A pesar de todo, intenté olvidar todo eso y me fuí a la casa de mi vieja a esperar el nacimiento de Cristo.... no recuerdo si quiera haber visto un pesebre ahí, y si estaba, realmente no lo ví. En fin, antes de llegar a medianoche fuí a misa de Gallo, que en verdad era lo que yo más quería ese día. Todo el año había estado ligado, y como nunca, a celebraciones importantes, asistiendo a misas que jamás pensé que estaría presente y no me podía perder la más importante. Pero al llear ahí presencié a gente empujándose por entrar, entiendes qué puede ser eso en una misa!.. qué pena... que decepción.
Estaba ahí, el Niño Dios, al fondo, más humilde que nunca, simple como de costumbre, pensando tal vez en que si todos nosotros recordábamos que él había nacido en un pesebre, rodeado de animales, con un frío atroz pero con el calor humano de sus padres, suficiente como para mantenerlo firme. Y sí.. había recibido regalos, es cierto, pero ello no era lo más importante. ¿O no te has dado cuenta que los Reyes Magos llegan a ser parte accesoria de un pesebre?.
De todas formas quedé tranquilo con la Misa. Saludé a algunos familiares que encontré por ahí, y me fuí a casa a jugar un rato con mi sobrina... El hecho de mi regreso a la vida de Iglesia, me convocó como el indicado de mi familia para pedir por la bendición de los alimentos... y por la bendición de Dios a medianoche por permitir que estuviésemos juntos.
Y ese fue el momento crítico... donde el descontento de algunos por los obsequios, contrastaba con la imagen que tenía en la mente de la gente que estaba sola... con dinero, pero sola. Aquella que no tenía un alimento que echarse a la boca, no sólo para celebrar la navidad, sino para alimentarse. Que no tenía ni esa noche, ni la siguiente... ni menos la anterior.
Salí a los veinte minutos... caminando hasta mi segundo hogar.
En el trayecto, que duró algo más de 40 minutos, escuchaba gritos, ví bicicletas, alegría material, plástica... hasta que logré obtener el mejor regalo que me podían dar esa noche: mientras caminaba más de la mitad del camino, un mendigo que acarreaba un bolso y a rastras una caja, levantó su mano en señal de saludo desde el frente de la calle, y esbozó levemente una sonrisa. La que respondí con mucha alegría, sencillamente, pero alegre. Para mí todo ello fue más importante, más gratificante que todos los regalos que ví en el caminar. Pensaba en cómo sería la navidad si en vez de regalos caros, nos encargáramos de entregar un poco más de afecto, aparte de la economía que sería falso si no la nombrase, sería una navidad hermosa... Si nos preocupáramos de estrechar un abrazo fraterno, con sentimiento... con ganas con AMOR, se recordaría más que aquella tenida que en un par de meses quedará al olvido por estar fuera de temporada. O aquel juego que también quedará tirado por ahí cuando comience a fallar... pero un abrazo, un beso sincero y con sentimiento, no quedará ahí... será la base de algo más grande, del fortalecimiento de un afecto.
Obviamente, como mundo, no vamos para allá, pero siento como deber transmitir esto. Y como obligación hacer no sólo de las siguientes navidades, sino también de mi vida diaria, un momento y una oportunidad para entregar el cariño real, y no material, que profeso por aquellos que me rodean.
Recuerdo que el año pasado hasta una página web creé, enviándoles un respectivo link a todas las personas a las que consideraba que eran importantes. Era simple, pero linda... y por último, algo de esfuerzo había derrochado.
Este año, la navidad en sí, se presagiaba desde antes que sería diferente. Que en verdad y sería un momento de reflexión. Personal, familiar... no lo sé, reflexión al fin y al cabo. Aquel día sábado, me levanté con la sensación de vacío. Depresión por la fecha, dirían algunos, para mí no era más que una depresión provocada por el resto, por lo que veía, por lo que estaba viviendo.
El centro de la ciudad, como tantas veces atiborrada de gente ávida por encontrar el regalo perfecto. Ornamentaciones por todos lados, colores rojos y verdes... árboles navideños blancos... ¡¡¡Blancos!!!.. hombre.. nieve aquí no cae... invasión gringa también que en parte nos contagió esa bendita obsesión por los obsequios y el rápido olvido de la esencia, del "espíritu navideño" del cual todos hablan y se llenan la boca, pero que muy pocos practican.
Tenía mucha pena, de aquella que te tapa la garganta y te provoca un conato.. un vago intento de llanto.
A pesar de todo, intenté olvidar todo eso y me fuí a la casa de mi vieja a esperar el nacimiento de Cristo.... no recuerdo si quiera haber visto un pesebre ahí, y si estaba, realmente no lo ví. En fin, antes de llegar a medianoche fuí a misa de Gallo, que en verdad era lo que yo más quería ese día. Todo el año había estado ligado, y como nunca, a celebraciones importantes, asistiendo a misas que jamás pensé que estaría presente y no me podía perder la más importante. Pero al llear ahí presencié a gente empujándose por entrar, entiendes qué puede ser eso en una misa!.. qué pena... que decepción.
Estaba ahí, el Niño Dios, al fondo, más humilde que nunca, simple como de costumbre, pensando tal vez en que si todos nosotros recordábamos que él había nacido en un pesebre, rodeado de animales, con un frío atroz pero con el calor humano de sus padres, suficiente como para mantenerlo firme. Y sí.. había recibido regalos, es cierto, pero ello no era lo más importante. ¿O no te has dado cuenta que los Reyes Magos llegan a ser parte accesoria de un pesebre?.
De todas formas quedé tranquilo con la Misa. Saludé a algunos familiares que encontré por ahí, y me fuí a casa a jugar un rato con mi sobrina... El hecho de mi regreso a la vida de Iglesia, me convocó como el indicado de mi familia para pedir por la bendición de los alimentos... y por la bendición de Dios a medianoche por permitir que estuviésemos juntos.
Y ese fue el momento crítico... donde el descontento de algunos por los obsequios, contrastaba con la imagen que tenía en la mente de la gente que estaba sola... con dinero, pero sola. Aquella que no tenía un alimento que echarse a la boca, no sólo para celebrar la navidad, sino para alimentarse. Que no tenía ni esa noche, ni la siguiente... ni menos la anterior.
Salí a los veinte minutos... caminando hasta mi segundo hogar.
En el trayecto, que duró algo más de 40 minutos, escuchaba gritos, ví bicicletas, alegría material, plástica... hasta que logré obtener el mejor regalo que me podían dar esa noche: mientras caminaba más de la mitad del camino, un mendigo que acarreaba un bolso y a rastras una caja, levantó su mano en señal de saludo desde el frente de la calle, y esbozó levemente una sonrisa. La que respondí con mucha alegría, sencillamente, pero alegre. Para mí todo ello fue más importante, más gratificante que todos los regalos que ví en el caminar. Pensaba en cómo sería la navidad si en vez de regalos caros, nos encargáramos de entregar un poco más de afecto, aparte de la economía que sería falso si no la nombrase, sería una navidad hermosa... Si nos preocupáramos de estrechar un abrazo fraterno, con sentimiento... con ganas con AMOR, se recordaría más que aquella tenida que en un par de meses quedará al olvido por estar fuera de temporada. O aquel juego que también quedará tirado por ahí cuando comience a fallar... pero un abrazo, un beso sincero y con sentimiento, no quedará ahí... será la base de algo más grande, del fortalecimiento de un afecto.
Obviamente, como mundo, no vamos para allá, pero siento como deber transmitir esto. Y como obligación hacer no sólo de las siguientes navidades, sino también de mi vida diaria, un momento y una oportunidad para entregar el cariño real, y no material, que profeso por aquellos que me rodean.